El pasado 28 de mayo, nada más
regresar de su viaje a Tierra Santa, decía el Papa Francisco... «otro objetivo
de esta peregrinación ha sido alentar en esa región el camino hacia la paz, que
es al mismo tiempo don de Dios y compromiso de los hombres… La paz se construye
artesanalmente. No existen industrias de paz, no. Se construye cada día,
artesanalmente, y también con el corazón abierto para que venga el don de
Dios».
Días más tarde... el 8 de junio
se encontraba en los jardines vaticano -para orar por la Paz- con Simón Pérez y
Mahmoud Abbas... en un gesto de amistad insólito. Y el Papa rezó: «Señor, Dios
de Abraham y los Profetas, Dios amor que nos has creado y nos llamas a vivir
como hermanos, danos la fuerza para ser cada día artesanos de la paz; danos la
capacidad de mirar con benevolencia a todos los hermanos que encontramos en
nuestro camino. Haznos disponibles para escuchar el clamor de nuestros
ciudadanos que nos piden transformar nuestras armas en instrumentos de paz,
nuestros temores en confianza y nuestras tensiones en perdón. Mantén encendida
en nosotros la llama de la esperanza para tomar con paciente perseverancia
opciones de diálogo y reconciliación, para que finalmente triunfe la paz. Y que
sean desterradas del corazón de todo hombre estas palabras: división, odio,
guerra. Señor, desarma la lengua y las manos, renueva los corazones y las
mentes, para que la palabra que nos lleva al encuentro sea siempre “hermano”, y
el estilo de nuestra vida se convierta en shalom, paz, salam. Amén».
Hace bien poco... tres jóvenes
judíos fueron secuestrados y asesinados fríamente por odio racial de los
extremistas palestinos. Y en respuesta... un grupo de jóvenes judíos quemando
vivo a un adolescente árabe en un barrio de Jerusalén.
Ya sabíamos que no iba a ser
fácil. Ya sabíamos que la Paz no se logra de un día para otro. Nuestro deber es
perseverar en trabajar por la paz desde la oración... y la acción.
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