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Txomin Pérez. Con la tecnología de Blogger.

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Son molinos

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Hemos ganado todos

23 de marzo de 2013

Están siendo días muy intensos. Bueno, corrijo... intensísimos. Nos hemos encontrado con un Papa Francisco que nos deja mensajes frescos en cada intervención, en cada imagen, en cada gesto. Que parece feliz. Y que en estas breves jornadas nos ha dejado un fantástico regusto y un inmejorable sabor de boca. Transmite Humildad. Transmite Esperanza. Transmite Fe. Transmite Caridad. Estos son para mi los “haberes” del Papa. Los “haberes del transmisor”.

En cuanto a los receptores... ya no las tengo todas conmigo. Que en el balcón apareciera el que hasta ese momento había sido el Cardenal Bergoglio... nos ha obligado a todos a recolocarnos en el nuevo escenario... Y tengo la sensación de estar viviendo la típica jornada post electoral. Como cuando hay elecciones generales... y todos han ganado.

Me preocupa contemplar cómo -unos y otros... los amantes de la modernidad eclesial mal entendida, y los que abusan de la naftalina en todo momento y ocasión- bucean por la vida del, hasta hace poco, cardenal de Buenos Aires. Esto, en principio, no me parece mal... pero... una cosa es buscar saber, y otra cosa es buscar justificar.

Si ando rebuscando y sacando de contexto palabras ya escritas o pronunciadas... para justificar los planteamientos que ya tengo, para justificar lo bueno que soy y “cómo ya estaba haciendo yo esto que nos pide el Papa”... mal camino llevo. El mismo mal camino que tomo cuando del Evangelio entresaco ese versículo que mejor me viene.

En plena Sede Vacante leía en Twitter: “No me preocupa si el futuro papa tendrá un corazón grande, sino si mi corazón será bastante católico como para acogerle sea quien sea”. No hace falta explicar más.

Y sí... estoy completamente convencido de que hemos ganado todos... y de que se abre un apasionante y esperanzado tiempo en la Iglesia. Pero también estoy convencido de que está “luna de miel” que estamos viviendo con el Papa Francisco... se acabará. Y necesariamente llegará una “luna de hiel”... y todos tendremos algo que perder. Y perder significará cambiar modos y maneras.

Cambiar actitudes. Cambiar registros. Cambiar corazones.

En definitiva: CONVERTIRNOS.

¿La renuncia un papa enfermo?

10 de marzo de 2013

Hay temas que a uno se le escapan. No tenemos ni la preparación, ni la formación, ni el talento para tocar determinados temas... Y es mejor tomar palabras prestadas. Un buen préstamo es el que nos hace el jesuita James Martin, que publicaba lo siguiente en America Magazine, el pasado 11 de febrero:

¿Debería poder renunciar un papa enfermo? Para Juan Pablo II, la imagen del papa anciano y doliente tuvo un valor espiritual para su grey; para Benedicto XVI, ante todo es preciso cumplir bien un cometido. El discernimiento es siempre algo muy personal y es bueno caer en la cuenta de cómo dos hombres de profunda espiritualidad pueden tomar decisiones completamente distintas. Dios habla de forma diferente a personas diferentes incluso al enfrentarse a una misma cuestión.

En la vida de los santos, por ejemplo, vemos situaciones similares. Cuando san Francisco de Asís tuvo que afrontar una dolorosa enfermedad ocular, contraída, en opinión de aquellos médicos por derramar demasiadas lágrimas durante la Eucaristía, el santo prefirió persistir en aquellas prácticas de piedad. Sin embargo, cuando a san Ignacio le sucedió algo parecido, decidió seguir el consejo de los médicos y replanteó sus devociones, de modo que le permitieran tener suficiente salud como para ejercer bien su trabajo. Ambos habían respondido a lo que ellos creían que la voluntad de Dios trataba de inspirar en sus vidas. El papa ha hecho gala también de una gran libertad espiritual en su renuncia, lo que san Ignacio llamaba ser libre frente a los “apegos desordenados”. Poco usual es hoy, desde luego, el ejemplo de quien renuncia voluntariamente a un poder semejante.
 

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