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Txomin Pérez. Con la tecnología de Blogger.

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Son molinos

Son molinos

¿Cómo se pone un féretro en un funeral?

26 de septiembre de 2014

Comunicación

23 de septiembre de 2014



Para ser un español -o española- como es debido... ante cualquier “litigio” que tengamos con otro... hay que partir de la premisa de que ese otro “no tiene razón”... y es más “nunca la va a tener”. El tema a litigio es indiferente. Da lo mismo que el asunto a debate sean los toros, el fútbol, la política, la religión, un conflicto vecinal, o una discusión en la comunidad de vecinos. En temas de gran trascendencia... y en los más triviales. “Yo tengo la razón, que para eso es mía... y el otro... o me da la razón... o se equivoca”. Y además de equivocarse... comente el pecado nefando de “no escucharme”.

El esquema clásico de la comunicación... emisor, receptor, código, canal, mensaje, contexto... y feed back o retroalimentación... entre nosotros no vale. Y no vale porque nos saltamos el feed back: En jamás de los jamases se nos ocurre que podemos ponernos en el pellejo del otro e incorporar a nuestro siguiente mensaje las partes del discurso del otro que consideremos aceptables o con sentido para así avanzar en la comunicación.

Es más... nos apasiona la frase... “hablar contigo es como hablar con una pared”. Así somos. Es el otro el que no escucha, es el otro el que no es receptivo, es el otro el que no está abierto al diálogo... en el fondo... es el otro el que no me da la razón. Porque, como dice otra de nuestra frases favoritas... “ya puedes decir misa”.

Antonio Machado... que nos conocía bien... nos dejó un buen ejemplo de diálogo entre españoles:

Discutiendo están dos mozos
si a la fiesta del lugar
irán por la carretera
o campo atraviesa irán.
Discutiendo y disputando
empiezan a pelear.
Ya con las trancas de pino
furiosos golpes se dan;
ya se tiran de las barbas,
que se las quieren pelar.
Ha pasado un carretero,
que va cantando un cantar:
«Romero, para ir a Roma,
lo que importa es caminar;
a Roma por todas partes,
por todas partes se va».

Consecuencias a corto plazo: Acabaron como poco... magullados. Consecuencias a medio plazo... es de suponer que no llegaron a la “fiesta del lugar”. Consecuencias a largo plazo... jamás sabremos cómo les habría ido la vida... si el camino lo hubieran hecho juntos.

Nuestro peor problema de comunicación es que no escuchamos para entender, sino que escuchamos para contestar. Y así nos va. Y así nos va a seguir yendo.

La Virgen del Brezo

19 de septiembre de 2014

Vírgenes coronadas en Palencia

12 de septiembre de 2014

Infectados



El “bichillo”... que acompaña estas letras es el virus del Ébola. Y de tan pequeña que es... parece inofensivo. Nos ha tenido entretenidos una buena parte del mes de agosto... pero como las noticias duran el mismo tiempo que permanecen en las portadas de los periódicos... ya casi lo tenemos olvidado. Aunque se siga contando muertos.

Esta vez... casi hemos rozado la enfermedad. Un misionero, el Hno. Miguel Pajares, de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, quiso venir a España a curarse... o a bien morir. Y se montó el lío. El lío del miedo. Un miedo provocado por nuestra más grave enfermedad... de la que ya he hablado más veces: la enfermedad del “mientras a mí no me toque”.

Desde los tiempos remotos los virus no entienden de fronteras, y la peste mata al siervo y al emperador. Hemos globalizado la economía, la ingeniería financiera, el comercio... pero no hemos tenido ni tiempo ni ganas... para globalizar la educación, la justicia, los Derechos Humanos... y la sanidad. Y este pequeño virus, la muerte... ahora puede viajar en avión. Y el Ébola alarma a Occidente, al Norte, al rico, al “civilizado”, al que cree que con su ciencia y sus medios económicos, lo puede todo. Lo puede todo... como si fuera Dios.

Tan tranquilos estábamos. Han varias décadas desde que conocer esta enfermedad, pero no tiene cura, ni tratamiento. Es una enfermedad “de pobres”, cuyas vidas parecen valer menos... no merece gastar en investigación... puede ser una “inversión poco rentable”. Como la malaria, para la que todavía no hay vacuna, aunque afecte a millones de personas. Todo ello mientras nuestras farmacias están repletas de medicamentos para el colesterol.

Como relataba un misionero... el tratamiento habitual es el siguiente: “Desde la OMS nos han hablado del protocolo que se sigue en estos casos: si en una aldea se multiplican los infectados, aíslan la aldea, dejan morir a todos, y luego incineran el lugar. Parece que eso era algo que sólo se daba en las películas, pero a pesar de lo duro que suena, sabemos que es así. Quizás ésa es una de las razones por las que no se puede hablar con detalle de todo lo que conlleva la aparición de un nuevo brote de ébola”. Desgarrador. Y vergonzante. En un continente donde se muere a causa del Ébola... pero también... del hambre, la guerra, o de una simple disentería por falta de agua potable. La triste realidad que seguirán viviendo los habitantes de muchos países y muchos de nuestros misioneros.

Miles de misioneros que junto a la Fe llevan, desde hace siglos, la salud, la educación, la dignidad y el progreso a esa buena parte del mundo. Jesús dio de comer y de beber, curó a los enfermos, resucitó a los muertos... dio la Comunión. El trabajo silencioso y casi invisible de los misioneros es testimonio de Fe. Es testimonio, pero también es grito. El grito de nuestros hermanos pobres que siguen reivindicando la justicia, la paz, el pan, y la salvación que la vida y muerte Jesús trajo a todos los hijos de Dios, a toda la humanidad.

 

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