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Txomin Pérez. Con la tecnología de Blogger.

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Son molinos

Son molinos

Perseverar

21 de julio de 2014



El pasado 28 de mayo, nada más regresar de su viaje a Tierra Santa, decía el Papa Francisco... «otro objetivo de esta peregrinación ha sido alentar en esa región el camino hacia la paz, que es al mismo tiempo don de Dios y compromiso de los hombres… La paz se construye artesanalmente. No existen industrias de paz, no. Se construye cada día, artesanalmente, y también con el corazón abierto para que venga el don de Dios».

Días más tarde... el 8 de junio se encontraba en los jardines vaticano -para orar por la Paz- con Simón Pérez y Mahmoud Abbas... en un gesto de amistad insólito. Y el Papa rezó: «Señor, Dios de Abraham y los Profetas, Dios amor que nos has creado y nos llamas a vivir como hermanos, danos la fuerza para ser cada día artesanos de la paz; danos la capacidad de mirar con benevolencia a todos los hermanos que encontramos en nuestro camino. Haznos disponibles para escuchar el clamor de nuestros ciudadanos que nos piden transformar nuestras armas en instrumentos de paz, nuestros temores en confianza y nuestras tensiones en perdón. Mantén encendida en nosotros la llama de la esperanza para tomar con paciente perseverancia opciones de diálogo y reconciliación, para que finalmente triunfe la paz. Y que sean desterradas del corazón de todo hombre estas palabras: división, odio, guerra. Señor, desarma la lengua y las manos, renueva los corazones y las mentes, para que la palabra que nos lleva al encuentro sea siempre “hermano”, y el estilo de nuestra vida se convierta en shalom, paz, salam. Amén».

Hace bien poco... tres jóvenes judíos fueron secuestrados y asesinados fríamente por odio racial de los extremistas palestinos. Y en respuesta... un grupo de jóvenes judíos quemando vivo a un adolescente árabe en un barrio de Jerusalén.

Ya sabíamos que no iba a ser fácil. Ya sabíamos que la Paz no se logra de un día para otro. Nuestro deber es perseverar en trabajar por la paz desde la oración... y la acción.

La calle Doctrinos

11 de julio de 2014

Ismael

4 de julio de 2014



Dice la canción que «somos tres, si somos dos... y viene algún otro amigo». Pues eso nos pasó a su madre y a mí el pasado 25 de junio. Que éramos dos... y llegó Ismael.

Que os diga que estamos muy felices... os parecerá un tópico. Pero es cierto. Que os diga que compartir la vida con un crío de cinco días -sin experiencia previa- es muy complicado... os parecerá otro tópico... pero es cierto también.

Así que, a bote pronto se me ocurre contaros que de repente... el centro de la casa ha cambiado de sitio. Antes estaba en la mesa del salón, en la tele, en la cocina, en la cama del matrimonio... iba cambiando de sitio. Ahora, el centro de la casa se ha ido a la cuna. El lugar donde duerme el más pequeño, el último en llegar. Vigilado por un pequeño ejército de osos de peluche... y hasta un dragón de colores.

Ahora que lo pienso... los centros de las casas... tienen que estar en las cunas. Lo mismo que aquella vez el centro del mundo se fue a la más humilde cuna. Aquella de un pesebre de Belén.

También se me ocurre que... antes de llegar Ismael al mundo... a cada contracción dolorosa que sentía su madre... se multiplicaba el amor que siento por ella. No sé explicarlo. El que ya lo ha vivido ya sabe a qué me refiero... y el que no lo ha vivido tendrá que esperarse. Creo que durante milenios, los hombres hemos estado ajenos a este “parirás con dolor y llanto”... acompañando, dando la mano, sufriendo con el que sufre... y ya os digo... multiplicando el amor por esa mujer.

Tercera cosa que se me viene a la cabeza. Gracias. Gracias a la familia, a los amigos... a los amigos de encontrarnos por la calle y a los amigos de las redes sociales. Ha sido una gozada sentir durante meses que se preocupan por ti, por las cosas que te pasan, por cómo va el chavalillo, que qué tal la madre... Y ha sido muy especial sentir el cariño de los demás cuando ya, por fin, dimos la buena noticia. Doy gracias a Dios, varias veces al día... por sentirme querido, por sentirnos queridos.

Y allá va la despedida... para el pequeño Ismael:

Me da cierta vergüenza que leas esto dentro de unos años y te dé por reírte de mí. Que sepas que te queremos mucho. Pero mucho, mucho. Mucho. Que ahora, cuando escribo esto... tengo los ojos un poco “húmedos”. Que haremos todo lo posible para que tengas una infancia feliz... Para que crezcas sano. Para que tengas una buena educación... pero no te falte tiempo para jugar. Que nos dan un poco lo mismo ciertas cosas. Que si no llegas a ser el más listo de la clase, o el más guapo, o el mejor jugando al fútbol... no pasa nada. No habrás defraudado a nadie. Son cosas intranscendentes. Es infinitamente más importante ser buena persona. Ser honrado. Ser justo. Ser trabajador.

 

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