Curiosidades sobre el Adviento
29 de noviembre de 2013
Extender el Reino intensivamente
21 de noviembre de 2013
Mucho habló
Jesús del Reino de Dios a través de los sembradores, semillas, campos, granos
que brotan y crecen, siegas... unas veces en terrenos fértiles y otras
pedregosos y secos. Y desde entonces, millones de labradores, a lo largo de los
siglos, se han preocupado continuamente de mejorar la simiente, de extender sus
cultivos... y de ocuparse de que su trabajo de fruto y lo de en cantidad. Para
que sus sembrados dieran unas veces “treinta” y muchas veces “ciento”.
En 1991, en
su audiencia del miércoles 25 de septiembre, Juan Pablo II dedicaba su
predicación a hablar de “El crecimiento del Reino de Dios según las parábolas
evangélicas”, a la luz del Evangelio de Marcos [Mc 4, 26-29]. Explicaba que el
Reino de Dios crece aquí en la tierra, en la historia de la humanidad, en
virtud de una siembra inicial, obra de Dios, que la Iglesia sigue cultivando a
lo largo de los siglos. Y añadía que había que combinar el crecimiento
extensivo del Reino -como la pequeña semilla de mostaza [Mt 13, 31-32]- con el
intensivo -como la levadura que todo lo fermenta [Mt 13, 33]-. Así, el
crecimiento del Reino de Dios se presenta como fruto de la acción del
sembrador; pero la siembra produce fruto en relación con el terreno y con las
condiciones climáticas.
Ese terreno,
esas condiciones climáticas, residen en la disponibilidad interior de los
hombres... en nuestra voluntad libre de hacernos responsables de este
crecimiento. O en nuestra voluntad libre de desentendernos de la agricultura.
Nuestro
campo de hoy -como en todos los tiempos- es la Humanidad; nuestra semilla, el
Evangelio; nuestros compañeros de siembra, la Iglesia; y la cosecha que
buscamos... el Reino. Esta es la misión que nos sigue convocando. Estamos
llamados a plantar las semillas de la justicia, la hermandad, el perdón y el
amor... en el contexto concreto que vivimos. No, en el que era. Sí, en el que
es. Con sus luces y con sus sombras.
En los
terrenos fértiles... para que el Reino de Dios crezca en “intensidad”, y la
semilla y el sembrador ganen en calidad y en poder germinativo. Y en los
terrenos secos y pedregosos, para que el Reino de Dios crezca en “extensión”...
y que la semilla y los sembradores estén presentes en las tierras que claman
por ser cultivadas.
Ojalá... que
el Año de la Fe que acaba nos haya servido para la siembra. La extensiva y la
intensiva.
Refranero y santoral en noviembre
15 de noviembre de 2013
Justicia, perdón, reconciliación, paz
12 de noviembre de 2013
No vamos a
dedicar tiempo y espacio a comentar sentencias de Estrasburgo... pero mucho se
ha hablado durante estos días de justicia y de legalidad. Y poco se ha oído de
perdón y reconciliación.
La Iglesia
enseña que «una verdadera paz es posible sólo mediante el perdón y la
reconciliación», y añade que «este perdón recíproco no debe anular las
exigencias de justicia». ¿Seremos capaces de llegar a este punto final? Sí...
si seguimos esta secuencia histórica.
Arrancamos
convencidos de que «la paz es fruto de la justicia» (Is 32, 17). Damos un paso
más y afirmamos que «el desarrollo es el nuevo nombre de la paz», entendiendo
éste como “desarrollo integral del hombre”. Y llegamos al momento en el que
Juan Pablo II nos recordó, en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz en
2002, que «no hay paz sin reconciliación y sin perdón».
Éste proceso
doctrinal absolutamente coherente... acaba en el aspecto más personal, de lo
que son los procesos de construcción de condiciones pacíficas y pacificadoras.
Evidentemente
habrá quienes tendrán que admitir las responsabilidades y consecuencias
dramáticas de sus actos... porque no se puede pedir perdón si no se asume lo
hecho.
Los
cristianos creemos en la capacidad de conversión del corazón humano... y sin
ninguna duda, no hay paz sin perdón ni reconciliación. Ahí es donde los hombres
concretos, con nombres y apellidos, se deben encontrar. Al fin y al cabo, este
es un proceso que ha implicado a personas concretas. Quienes han dispuesto
sobre la vida de otros son personas con nombres y apellidos... y las víctimas
son personas con nombres y apellidos. Esto tendrá que acabar en algún
momento... en un encuentro personal en el que sepamos pedir perdón y seamos
capaces de perdonar. Éste este es el sentido de la reconciliación.
Paralelamente
a este “proceso entre personas”... se debe dar un “proceso en el interior de
las personas”. El Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, afirma en su
número 495 que «para prevenir conflictos y violencias, es absolutamente
necesario que la paz comience a vivirse como un valor en el interior de cada
persona. Así podrá extenderse a las familias y a las diversas formas de
agregación social, hasta alcanzar a toda la comunidad política». ¿Estoy de
acuerdo con esto? Sí... radicalmente SÍ. Pero...
Hay un paso
previo. Debemos reconocer que el otro, el que está a mi lado, el que piensa de
manera distinta a mí, o sostiene posturas absolutamente contrarias a las
mías... es un ser humano esencialmente igual que yo. Este paso
“revolucionario”, para los cristianos es una exigencia. Esta es la conversión de
la que habla la Doctrina Social de la Iglesia, y a la que nos invita el
Evangelio de Jesucristo.
Sin este
paso previo, si no soy capaz de reconocer al otro como una persona, como un
hijo de Dios, esencialmente igual que yo, con la misma dignidad que yo... Si no
soy capaz de hacer eso...
Y aquí es
donde las comunidades cristianas tenemos que empeñar lo que tenemos, y lo que
no tenemos. Hipotecarnos para el futuro en cultivar lo fundamental.
Podremos
buscar razones y argumentos, propuestas y contrapropuestas... pero, en
cualquier caso, lo haremos siempre desde justificaciones únicamente
ideológicas. Y un católico no puede anteponer las razones ideológicas a las
convicciones de su fe. A la convicción de que el que está a mi lado, e incluso
el que está en frente de mí, es un ser igual que yo.
PD: Todo
esto no significa, en absoluto... “banalizar el mal”. Muchos crímenes que hemos
vuelto a recordar estos días son INTRÍNSECAMENTE PERVERSOS. Estructuras de
pecado.
La expresión... “pasar el cepillo”
8 de noviembre de 2013
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