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Son molinos

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«La esperanza de nuestra felicidad»

23 de diciembre de 2013

Corría el año 2002... y un señor arzobispo, de nombre Jorge Mario Bergoglio envía a sus diocesanos este Mensaje de Navidad: «En esta Navidad vuelvo a pensar que toda persona tiene derecho a la felicidad y que llevamos dentro de nuestro corazón una chispa de fuego, de esperanza que nos orienta hacia esa felicidad. No siempre lo creemos, nos parece que no podemos alcanzarla.

Pero recordemos que Jesús nace en un momento oscuro de la historia. Su pueblo estaba bajo el dominio del imperio. En su época se mataron inocentes y sin embargo Él trajo la esperanza de que la felicidad es posible». El Mensaje continuaba... pero... te lo contaré más tarde.

Un año más tarde... acabando su homilía de Nochebuena en la Catedral de Buenos Aires, decía lo siguiente: «En esta noche santa les pido que miren el pesebre: allí “el pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz”... pero la vio el pueblo, aquél que era sencillo y estaba abierto al Regalo de Dios. No la vieron los autosuficientes, los soberbios, los que se fabrican su propia ley según su medida, los que cierran las puertas. Miremos el pesebre y pidamos por nosotros, por nuestro pueblo tan sufrido. Miremos el pesebre y digámosle a la Madre: “María, muéstranos a Jesús”».

Y, años más tarde, en el diario La Nación, arrancaba un artículo navideño con el siguiente párrafo: «En una viñeta publicada recientemente, una nena le contaba a su amiga que, para esta Navidad, les había pedido a sus padres que no le regalaran juguetes sino “espíritu navideño”, y que sus padres quedaron desconcertados, sin entender ni saber qué hacer. El mensaje me pareció muy agudo y ciertamente nos plantea la pregunta: ¿qué es el espíritu navideño?»

¿Dónde estará ese “espíritu navideño”? El Cardenal Bergoglio nos animaba a encontrarlos en el relato. En el Evangelio de Lucas, capítulo 2. Versículos del 1 al 7. Esos que comienzan con «En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto...» y «...porque no había lugar para ellos en el albergue».

Leamos de nuevo el relato y contemplemos la escena. Con espíritu de esperanza y de paz, -auténtico espíritu navideño- pensemos en todos los hombres y las mujeres, creyentes o no creyentes, que andan el camino de la vida y, que buscan con esperanza o desesperanza. Permitamos que brote el deseo de acercarnos, de desear paz... y también de recibirla. Una paz que sea de hermanos... pues todos lo somos. Una paz que sirva para construir. Una paz deseada y recibida que haga posible que podamos reconocernos y reencontrarnos como hermanos... y reconocernos en nuestro rostro que nos refleja creados a imagen de Dios.

Vuelvo al Mensaje de 2002...  Así terminaba: «Pensemos en todo lo que hicieron José y María para que naciera Jesús: la esperanza de nuestra felicidad. Hagamos entonces nosotros, en esta Navidad, lo mismo por los demás».

En esta “esperanza de nuestra felicidad”... y en el encargo recibido de llevarla a otros... encuentro yo el “espíritu navideño” ¡Feliz Navidad amigos!

El origen de la tradición del Belén

13 de diciembre de 2013

«Yo hago nuevas todas las cosas»

7 de diciembre de 2013

Pues mirad... voy por la tercera lectura de la Evangelii Gaudium. Una por “obligación”, otra por “gusto”... y la tercera... “para ver qué os cuento”. Y después de muchos folios... creo que -en mi humilde opinión- LO IMPORTANTE... está en el último punto. El 288. Generalmente estas cosas de documentos oficiales de los Papas y de los Obispos suelen acabar con un párrafo o apartado dedicado a MARÍA... Tengo que reconocer que generalmente los leo “muy por encima” (error funesto)... “con ganas de acabar” (las prisas nos pueden). Pero esta vez ha sido distinto. Os copio el mentado número:

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Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. Mirándola descubrimos que la misma que alababa a Dios porque «derribó de su trono a los poderosos» y «despidió vacíos a los ricos» (Lc 1, 52-53) es la que pone calidez de hogar en nuestra búsqueda de justicia. Es también la que conserva cuidadosamente «todas las cosas meditándolas en su corazón» (Lc 2, 19). María sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de todos. Es la mujer orante y trabajadora en Nazaret, y también es nuestra Señora de la prontitud, la que sale de su pueblo para auxiliar a los demás «sin demora» (Lc 1, 39). Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización. Le rogamos que con su oración maternal nos ayude para que la Iglesia llegue a ser una casa para muchos, una madre para todos los pueblos, y haga posible el nacimiento de un mundo nuevo. Es el Resucitado quien nos dice, con una potencia que nos llena de inmensa confianza y de firmísima esperanza: «Yo hago nuevas todas las cosas» (Ap 21, 5). Con María avanzamos confiados hacia esta promesa.

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Y se me han venido a la cabeza TODAS LAS MADRES que inventan lo que haya que inventar para inventarse una sopa. Que por mal que estén las cosas no niegan una sonrisa y un cariño a sus hijos. Que se multiplican por varios cientos para llegar a todo. Que tienen claro qué es lo importante y qué es lo accesorio. Que, aunque no sepan que “la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes”... son fuertes. Que auxilian sin demora. Que ponen calidez. Que viven la “dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás”.

Fíjate tú... que a ver si lo que va a hacer falta para enderezar nuestra Iglesia, para enderezar nuestro Mundo... va a ser esto. Muchos hombres y mujeres de esta manera. Tan simple como que -para empezar- nos preocupemos más por servir... y menos por ser servidos. Proponer esto, en el año 2013... me parece absolutamente revolucionario y “antisistema”.

Que María nos ayude. Yo también lo que pido con el Papa: “Que la Iglesia llegue a ser una casa para muchos, una madre para todos los pueblos, y haga posible el nacimiento de un mundo nuevo”.

Estamos en ADVIENTO. El tiempo del nacimiento de lo nuevo. Vivámoslo como María. Confiando y esperando. Y haciendo.
 

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