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Txomin Pérez. Con la tecnología de Blogger.

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Son molinos

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Confiar

21 de abril de 2013

Todos los días, a todas horas, muchas veces sin darnos siquiera cuenta... estamos “confiando”. No nos queda otra. Nunca podremos tener la completa seguridad de todo, y en todo momento... Es imposible. Y por eso “esperamos” con seguridad que algo suceda o que alguien se comporte como se desea: “confiaba en que llegaría a tiempo” ... “confío en ti”. Y por eso “encargamos” algo a alguien o lo ponemos bajo su cuidado: “le confié todo el dinero para que me lo guardara” ... “te confiaré un secreto”.

Aún recuerdo a un buen cura -ya mayor- que repetía a tiempo y a destiempo: “siempre que vamos a hacer la compra nos llevamos leído y aprendido el folleto con las ofertas y descuentos... pero con el Evangelio del domingo... la mejor oferta... no seguimos el mismo criterio”.

Con el “confiar” nos pasa tres cuartos de lo mismo. Ponemos nuestra confianza en “cada cacho cosa”... que en fin...

Estamos cerca de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Y los creyentes queremos aplicar la palabra “confiar” a Dios: nos fiamos de Él, de que estará siempre con nosotros, de su Palabra y de lo que nos pide. Para poder responder a la “vocación” de cada uno, a esa llamada que Dios nos hace para orientar nuestra vida y responderle con generosidad.

Confianza, confianza, confianza... que no hace mucho el Papa Francisco nos ha dicho que nos dan miedo las “sorpresas de Dios”. Y para mí que va a estar en lo cierto.

¡Es nuestra hora!

10 de abril de 2013

“Se impone a todos los fieles cristianos la noble obligación de trabajar para que el mensaje divino de la salvación sea conocido y aceptado por todos los hombres de cualquier lugar de la tierra” [Apostolicam Actuositatem, 3].

El tiempo litúrgico sigue su camino... Con intensidad contemplando con admiración un Dios que se hacía Niño. Escuchamos atónitos el mensaje liberador de Jesús de Nazaret. Hemos transitado la Cuaresma. Hemos padecido junto a Él su pasión cruel... hemos llorado -junto a María- a los pies de la cruz. Hemos reconocido, como el soldado romano a los pies de la cruz, que verdaderamente era el hijo de Dios. Hemos anunciado su muerte y proclamado su resurrección... Y comprobaremos cómo subirá al Padre, asegurándonos que estará con nosotros todos los días hasta el final de este mundo. ¿Y ahora qué?

Dios ha dado su muestra más grande de amor infinito a este mundo, ha renovado su alianza, ha mezclado la historia de salvación con la historia humana. Lo sucedido hace dos mil años sigue sucediendo cada día... ¿Y ahora qué?

Ahora nos toca vocear la Buena Noticia de la Resurrección. No son teorías lo que contamos, son experiencias vitales, reales, que se pueden tocar. Vivimos en “un aquí y un ahora”, inmersos en la realidad de nuestro pueblo.

La Resurrección nos urge a anunciar la dignidad de millones de hijos de Dios. La dignidad de los humillados por tantas situaciones laborales que deshumanizan, por tantas desigualdades sociales, en el paro, en tantos inmigrantes abocados a la desesperación, en injusticias económicas, en familias rotas... Tenemos delante un mundo que está esperando nuestro mensaje de Vida y Plenitud.

La Resurrección nos anuncia un atisbo de esperanza, asomando por el umbral de la sociedad. ¿Algo tendremos que decir y hacer como hijos de Dios, signo de su presencia en el mundo?

Hagámoslo juntos, todos uno en el Padre. En nombre de nuestro Padre y no en nuestro nombre. Desde el Amor del Padre, en comunión con el Hijo e impulsados por el Espíritu.

Un gran horizonte se nos abre, una gran misión. La Iglesia entera nos convoca, cada uno desde su don, su carisma. ¡Es nuestra hora!

Feliz Pascua de Resurrección... y buen trabajo.
 

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