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Son molinos

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Ismael

4 de julio de 2014



Dice la canción que «somos tres, si somos dos... y viene algún otro amigo». Pues eso nos pasó a su madre y a mí el pasado 25 de junio. Que éramos dos... y llegó Ismael.

Que os diga que estamos muy felices... os parecerá un tópico. Pero es cierto. Que os diga que compartir la vida con un crío de cinco días -sin experiencia previa- es muy complicado... os parecerá otro tópico... pero es cierto también.

Así que, a bote pronto se me ocurre contaros que de repente... el centro de la casa ha cambiado de sitio. Antes estaba en la mesa del salón, en la tele, en la cocina, en la cama del matrimonio... iba cambiando de sitio. Ahora, el centro de la casa se ha ido a la cuna. El lugar donde duerme el más pequeño, el último en llegar. Vigilado por un pequeño ejército de osos de peluche... y hasta un dragón de colores.

Ahora que lo pienso... los centros de las casas... tienen que estar en las cunas. Lo mismo que aquella vez el centro del mundo se fue a la más humilde cuna. Aquella de un pesebre de Belén.

También se me ocurre que... antes de llegar Ismael al mundo... a cada contracción dolorosa que sentía su madre... se multiplicaba el amor que siento por ella. No sé explicarlo. El que ya lo ha vivido ya sabe a qué me refiero... y el que no lo ha vivido tendrá que esperarse. Creo que durante milenios, los hombres hemos estado ajenos a este “parirás con dolor y llanto”... acompañando, dando la mano, sufriendo con el que sufre... y ya os digo... multiplicando el amor por esa mujer.

Tercera cosa que se me viene a la cabeza. Gracias. Gracias a la familia, a los amigos... a los amigos de encontrarnos por la calle y a los amigos de las redes sociales. Ha sido una gozada sentir durante meses que se preocupan por ti, por las cosas que te pasan, por cómo va el chavalillo, que qué tal la madre... Y ha sido muy especial sentir el cariño de los demás cuando ya, por fin, dimos la buena noticia. Doy gracias a Dios, varias veces al día... por sentirme querido, por sentirnos queridos.

Y allá va la despedida... para el pequeño Ismael:

Me da cierta vergüenza que leas esto dentro de unos años y te dé por reírte de mí. Que sepas que te queremos mucho. Pero mucho, mucho. Mucho. Que ahora, cuando escribo esto... tengo los ojos un poco “húmedos”. Que haremos todo lo posible para que tengas una infancia feliz... Para que crezcas sano. Para que tengas una buena educación... pero no te falte tiempo para jugar. Que nos dan un poco lo mismo ciertas cosas. Que si no llegas a ser el más listo de la clase, o el más guapo, o el mejor jugando al fútbol... no pasa nada. No habrás defraudado a nadie. Son cosas intranscendentes. Es infinitamente más importante ser buena persona. Ser honrado. Ser justo. Ser trabajador.

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