Elocuente metáfora para la España
de nuestros tiempos. En el claustro de la Catedral de Ávila reposan a escasos
metros... D. Claudio Sánchez-Albornoz, penúltimo presidente de la Segunda
República Española en el exilio... y D. Adolfo Suárez, primer presidente de la
Democracia. Personalmente me alegro de que reposen cerca el uno del otro... y,
en mi imaginación, les imagino a estos dos grandes... esbozando una sonrisilla
de satisfacción. “Las dos Españas”... que diría el poeta.
Llegó Don Claudio a España, tras
40 años de exilio... un 24 de abril de 1976. A pie de pista, nada más bajar del
avión dijo: «Sólo tengo una palabra: paz. Ya nos hemos matado demasiado;
entendámonos en un régimen de libertad poniendo todos de nuestra parte lo que
sea necesario. Hay que hacer una España nueva entre todos los españoles. No soy
más que un viejo predicador de la paz y la reconciliación». Y añadió: «Si todos
los días rezamos el Padrenuestro y decimos “Perdónanos” ¿por qué no hemos de
perdonarnos todos los españoles unos a otros?».
Don Claudio... a escasos metros
de Don Adolfo... el que dijo que «la vida siempre te da dos opciones: la cómoda
y la difícil. Cuando dudes, elige siempre la difícil, porque así siempre
estarás seguro de que no ha sido la comodidad la que ha elegido por ti». Es
justo reconocer que las más de las veces tomó -en compañía de otros- la opción
difícil. Esforzarse en hacer lo complicado... para lograr la España que la
Historia reclamaba. La del entendimiento, la del régimen de libertades, la del
poner todos un poco de nuestra parte pensando en el Bien Común.
Como una cosa lleva a la otra...
releyendo frases de uno y de otro, me vino a la mente un párrafo de La Verdad
os hará libres... una Instrucción Pastoral sobre “la conciencia cristiana ante
la actual situación moral de nuestra sociedad”, que los Obispos firmaron en
1990. Un párrafo para leer y releer... y tomar muy en serio. Que habla sobre
“las decisiones que tomamos”... y que vale para los grandes proyectos y para
los pequeños.
«Para hacer realidad su vida, el
hombre tiene que elegir, entre varios proyectos, su meta y su camino. En esto
estriba una de sus mayores grandezas. Pero también reside ahí el mayor riesgo
que el hombre ha de correr pues no se puede decir que el hombre es libre sólo
porque puede tomar decisiones por sí y ante sí: “si bastase que una acción
fuese buena, justa y recta por el solo hecho de haber sido decidida libremente
por el hombre, habría que alabar y justificar muchos actos de violencia y
crímenes que proceden de decisiones libres del hombre”. El hombre es plenamente
libre cuando elige lo que es bueno para sí mismo y para los demás, lo justo, lo
verdadero, lo que agrada a Dios; pero puede también escoger bienes aparentes o
falsos y optar contra sí mismo eligiendo el mal, lo que le daña. Pues “no
alcanzan a Dios nuestras ofensas más que en la medida en que obramos contra
nuestro propio bien humano”. La auténtica libertad se ejerce, por tanto, en la
fidelidad comprometida por la propia opción en el servicio desinteresado al
bien de los demás: “habéis sido llamados a la libertad... servíos por amor los
unos a los otros”».
Tendremos que tomar muchas
decisiones. Tomémoslas en Libertad. Comprometidos. Desde el Servicio. Por el
Bien de los demás.
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