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Son molinos

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Bienvenidos al Baile de las Letras

26 de febrero de 2013

Los que andamos todo el día trabajando con las letras y las palabras, sabemos que estas son “bailarinas” por naturaleza. Si no estamos atentos les da por ponerse a jugar y buscan cambiarse de sitio, de orden... y cuando creías que estaban bien colocadas, se pusieron como ellas quisieron.

El Papa Benedicto XVI decidió el pasado 15 de octubre, de 2012 -fiesta de santa Teresa de Jesús, Doctora de la Iglesia- que su Mensaje para la Cuaresma que acabamos de comenzar debería llevar por título «Creer en la caridad suscita caridad». Y decidió acompañarlo de la siguiente cita «Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (I Jn 4,16). El Papa nos recuerda que en este tiempo de Cuaresma nos preparamos a celebrar el acontecimiento de la cruz y la resurrección, mediante el cual el amor de Dios redimió al mundo e iluminó la historia... y desea que se reavive la fe en Jesucristo para entrar en su mismo torrente de amor por el Padre y por cada hermano y hermana que encontramos en nuestra vida.

Pues bien, las letras bailarinas decidieron comenzar su danza... y he visto publicado por ahí que «Creer en la calidad suscita caridad». Esto, que sin duda es una ERRATA... nos puede ayudar a pensar... y a ir un poco más allá. Si a calidad le añadimos de vida el Diccionario de la Real Academia nos encontramos con el «conjunto de condiciones que contribuyen a hacer agradable y valiosa la vida». Y parece que encontramos un sentido al baile de las letras. Creemos firmemente que todos los hombres deben tener las condiciones suficientes para que su vida sea agradable y valiosa... Para llegar a esta “calidad”, también debemos ejercer la “caridad”. Que no se limita solo a la “solidaridad” o la simple “ayuda humanitaria”... sino que la mayor obra de caridad es la Evangelización, haciendo hincapié en que «todo parte del amor y tiende al amor».

AMOR que tiene que tener como una de sus cualidades principales (siguiendo con el baile de letras) la calidez. Que se define como «calor, ardor». Y cierto es... si añadimos el ingrediente del “calor”, de la ternura a todo lo que hacemos, con seguridad la caridad que ejercemos ganará en calidad.

Y si hacemos las cosas con “ardor”... podremos hacer realidad aquello que nos anunciaba Santa Catalina de Siena y que Juan Pablo II recogió en el Jubileo de los Laicos (26-XI-2000, Solemnidad de Cristo, Rey del universo): «Si sois lo que debéis ser, es decir, si vivís el cristianismo sin componendas, podréis incendiar el mundo».

Corrupción

13 de febrero de 2013

La Doctrina Social de la Iglesia lo afirma con una claridad que ofrece pocas dudas. «Entre las deformaciones del sistema democrático, la corrupción política es una de las más graves porque traiciona al mismo tiempo los principios de la moral y las normas de la justicia social; compromete el correcto funcionamiento del Estado, influyendo negativamente en la relación entre gobernantes y gobernados; introduce una creciente desconfianza respecto a las instituciones públicas, causando un progresivo menosprecio de los ciudadanos por la política y sus representantes, con el consiguiente debilitamiento de las instituciones. La corrupción distorsiona de raíz el papel de las instituciones representativas, porque las usa como terreno de intercambio político entre peticiones clientelistas y prestaciones de los gobernantes. De este modo, las opciones políticas favorecen los objetivos limitados de quienes poseen los medios para influenciarlas e impiden la realización del bien común de todos los ciudadanos».

Y añade: «La administración pública, a cualquier nivel -nacional, regional, municipal-, como instrumento del Estado, tiene como finalidad servir a los ciudadanos: “El Estado, al servicio de los ciudadanos, es el gestor de los bienes del pueblo, que debe administrar en vista del bien común”».

Y advierte: «Quienes tienen responsabilidades políticas no deben olvidar o subestimar la dimensión moral de la representación, que consiste en el compromiso de compartir el destino del pueblo y en buscar soluciones a los problemas sociales. En esta perspectiva, una autoridad responsable significa también una autoridad ejercida mediante el recurso a las virtudes que favorecen la práctica del poder con espíritu de servicio (paciencia, modestia, moderación, caridad, generosidad); una autoridad ejercida por personas capaces de asumir auténticamente como finalidad de su actuación el bien común y no el prestigio o el logro de ventajas personales».

Así que recordado esto, me queda poco que decir. En este país han ocurrido, están ocurriendo -y parece que van a seguir ocurriendo- cosas muy graves.

Y no vale echar balones fuera... diciendo que los políticos son tal o cual. «El sujeto de la autoridad política es el pueblo, considerado en su totalidad como titular de la soberanía». De una manera, o de otra... todos tenemos cierta responsabilidad en haber llegado a este punto.

Por el camino del desprestigio de todo lo que debiera ser recto y decente... no vamos a ningún sitio que merezca la pena.
 

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