Para ser fieles a la verdad...
hay que reconocer que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua no se
moja. En su afán por el “limpia, fija y da esplendor” me deja igual que estaba.
Pues nos dice que la palabra “interrumpir”, que viene del latín
“interrumpere”... significa “cortar la continuidad de algo en el lugar o en el
tiempo”. Pues muy bien... tengo que dejar a un lado al Diccionario y marcharme
a la vida diaria.
Vamos a suponer que estoy tan
agustico en mi casa viendo mi serie favorita... que podría ser Juego de
Tronos... la que recomienda Pablo Iglesias a Felipe VI... y, de repente, sale
una señorita diciendo: “Interrumpimos la emisión de este programa para conectar
con el Palacio de la Moncloa. Va a comparecer el Presidente del Gobierno para
hacer un importante anuncio”.
Yo ya sé que ese “interrumpir” no
significa “cancelar” o “dar por finalizado”... y que una vez que el Presidente
del Gobierno haya hecho su importante anuncio... podré seguir viendo Juego de
Tronos. Tan contento.
Vamos a suponer que, también tan
contento, salgo de mi casa para ir a trabajar. Y en el portal me encuentro un
cartel que pone: “Mañana, 17 de abril, se interrumpirá el suministro de agua
por motivo de unas obras de mantenimiento en el colector general”.
Yo ya sé que ese “interrumpir” no
significa “cancelar” o “dar por finalizado”... y que una vez que solucionado el
problema en el colector... el suministro de agua se reanudará. Y, posiblemente,
cuando vuelva de trabajar tendré agua. Como cantaba Espinete en Barrio Sesamo:
“Agua, pa bañarse, pal cocido y pa bañarse”. Y yo... tan contento.
El nudo llega cuando los expertos
en ingeniería social... entran en los terrenos de la ingeniería verbal. Y
aceptamos la corrupción del lenguaje sin inmutarnos. Y esta “batalla del
lenguaje” es especialmente furibunda en toda discusión de situaciones donde la
vida y dignidad de seres humanos se ve amenazada. Y nos encontramos una
constante la manipulación del lenguaje: palabras o frases característicamente
ambiguas... artificialmente creadas. Un lenguaje de medias tintas, enmascarado,
muy lejano y ajeno a aquella frase del Evangelio: «que tu sí sea sí, que tu no
sea no» (Mt 5, 37). Un lenguaje que contribuye de manera fundamental a que el
límite entre lo aceptable y lo inaceptable se haga borroso.
Y de la mano de estos ingenieros
e ideólogos, nos hemos acostumbrado a eufemismos... que tragamos sin
masticar... y poco a poco hemos perdido la capacidad de discernimiento. Y
escuchamos, o decimos, sin ningún rubor, “interrupción voluntaria del
embarazo”.
Y hasta aquí hemos llegado...
porque cuando yo oigo “interrupción voluntaria del embarazo”... tengo que
saber, y tengo que decir... que “interrupción” NO. El embarazo NO va a
continuar tras la conexión con la Moncloa para que comparezca el presidente del
Gobierno, ni va a continuar una vez solucionados los problemas en el colector.
El embarazo finaliza. La vida que crece en el interior de la madre se acaba. Un
ser humano no nacido muere.
Pero... dónde va a parar... es
mucho más tranquilizador de conciencias decir “interrupción voluntaria del
embarazo” que decir “aborto”, una palabra que todavía sigue sonando dura... y
nos aleja del elemento central: la eliminación de un ser vivo.
Un aborto no es una “interrupción
del embarazo”. Un aborto es una liquidación por cierre. Un aborto es un mal a
evitar. Un aborto es un crimen. Un aborto es una tragedia para toda la
humanidad.
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