Antes de que se me olvide... que
llevo ya tiempo dando vueltas la frase y como vienen campañas electorales y lo
vamos a oír mucho... os lo voy a contar. Estoy un poco harto de la frase “hay
que acabar con la austeridad”. Y con la de “no podemos permitirnos más
políticas de austeridad”.
Vamos a ver, señores y señoras,
ciudadanos y ciudadanas, amigos todos... LA AUSTERIDAD NO ES MALA. La
austeridad debería ser norma. LA AUSTERIDAD ES UNA VIRTUD tanto en la vida
privada como en la pública. La austeridad se opone al despilfarro, como la
fealdad a la belleza. La austeridad está en contra de la ostentación hiriente.
La austeridad incide en gastar en lo fundamental. La austeridad se opone al
gastar en lo innecesario. A lo loco. Sin meditar. La austeridad es necesaria,
nadie debe gastar más de lo que tiene ni adquirir deudas que desborden su
capacidad de ahorro o de ingresos.
En el político, la austeridad
constituye una norma de buen gobierno. Que haya que gastar el dinero público
donde realmente haga falta... no tiene nada que ver con no ser austeros. Y ya
nos dejó dicho el griego Solón -600 años antes del nacimiento de Cristo- que
“la austeridad es una de las grandes virtudes de un pueblo inteligente”.
Y para un cristiano la austeridad
en la vida significa dejar las cosas superfluas y a aprender a vivir con
sencillez de vida compartiendo lo que somos y tenemos. Esta es la llamada de
Cristo y de la Iglesia en este tiempo de Cuaresma: a la conversión a Cristo y a
una práctica de la caridad que testifique la autenticidad de nuestra Fe.
Decir que hay que acabar con la
austeridad... supone... o no tener ni idea de lo que es la austeridad, o ser
muy demagogos... o tratar de engañar a la gente. O todo junto y a la vez.
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