La Semana Santa de 1915
27 de marzo de 2015
Austeridad
24 de marzo de 2015
Antes de que se me olvide... que
llevo ya tiempo dando vueltas la frase y como vienen campañas electorales y lo
vamos a oír mucho... os lo voy a contar. Estoy un poco harto de la frase “hay
que acabar con la austeridad”. Y con la de “no podemos permitirnos más
políticas de austeridad”.
Vamos a ver, señores y señoras,
ciudadanos y ciudadanas, amigos todos... LA AUSTERIDAD NO ES MALA. La
austeridad debería ser norma. LA AUSTERIDAD ES UNA VIRTUD tanto en la vida
privada como en la pública. La austeridad se opone al despilfarro, como la
fealdad a la belleza. La austeridad está en contra de la ostentación hiriente.
La austeridad incide en gastar en lo fundamental. La austeridad se opone al
gastar en lo innecesario. A lo loco. Sin meditar. La austeridad es necesaria,
nadie debe gastar más de lo que tiene ni adquirir deudas que desborden su
capacidad de ahorro o de ingresos.
En el político, la austeridad
constituye una norma de buen gobierno. Que haya que gastar el dinero público
donde realmente haga falta... no tiene nada que ver con no ser austeros. Y ya
nos dejó dicho el griego Solón -600 años antes del nacimiento de Cristo- que
“la austeridad es una de las grandes virtudes de un pueblo inteligente”.
Y para un cristiano la austeridad
en la vida significa dejar las cosas superfluas y a aprender a vivir con
sencillez de vida compartiendo lo que somos y tenemos. Esta es la llamada de
Cristo y de la Iglesia en este tiempo de Cuaresma: a la conversión a Cristo y a
una práctica de la caridad que testifique la autenticidad de nuestra Fe.
Decir que hay que acabar con la
austeridad... supone... o no tener ni idea de lo que es la austeridad, o ser
muy demagogos... o tratar de engañar a la gente. O todo junto y a la vez.
La historia del Puente Don Guarín
20 de marzo de 2015
El estandarte de la ciudad de Palencia
13 de marzo de 2015
Guerras
6 de marzo de 2015
En este número de Iglesia en
Palencia, nuestro Obispo titula su carta con un interrogante: “¿GUERRA SANTA?”.
Y por supuesto... la respuesta es no. “Santa” no. Pues ningún Dios ve con
buenos ojos el asesinato de inocentes. Y matar en nombre de Dios es grave
pecado. Contra los hombres... y contra Dios. Y la enseñanza de la Iglesia
exhorta a que las relaciones entre los pueblos encuentren su regulación en la
razón, la equidad, el derecho, la negociación... al tiempo que excluye el
recurso a la violencia y a la guerra, a formas de discriminación, de
intimidación y de engaño.
Pero a veces “no quedan más
narices”. Y la Iglesia -que es pacífica, no pacifista... que son cosas
distintas- reconoce que «las exigencias de la legítima defensa justifican la
existencia de las fuerzas armadas en los Estados, cuya acción debe estar al
servicio de la paz» [DSI 502] y «el derecho al uso de la fuerza en legítima
defensa está asociado al deber de proteger y ayudar a las víctimas inocentes
que no pueden defenderse de la agresión (...) en algunos casos es brutalmente
asesinada o erradicada de sus casas y de la propia tierra con emigraciones
forzadas, bajo el pretexto de una “limpieza étnica” inaceptable» [DSI 504]. Nos
encontraríamos pues, ante una GUERRA JUSTA... o mejor dicho, ante un
justificado uso de la fuerza. Y, en mi opinión, uso legítimo -y añadiría que
urgente- ante los graves acontecimientos que se repiten en Siria e Irak.
Pero sigo rumiando y, no tengo la
más remota idea de por qué, me vienen a la cabeza la cantidad de GUERRAS
INJUSTIFICADAS que emprendemos todos los días. “Guerras de andar por casa” por
los motivos más absurdos que se nos puedan ocurrir, sin justificación alguna...
y en las que no gana nadie... y perdemos todos. “Guerras de andar por casa”...
porque, por ejemplo, has puesto esa silla donde a mí no me gusta; o te has
sentado en esa silla sin mi permiso; o has pintado esa silla de un color que no
pega por las paredes; o estás dando un uso no habitual a esa silla. “Guerras de
andar por casa” que no dejan víctimas mortales... pero que destrozan la
convivencia. “Guerras de andar por casa” absolutamente evitables porque
repito... no hay ganancia... y sí mucha perdida.
En definitiva... todas ellas son
GUERRAS ABSURDAS, que es lo que son todas las guerras: absurdas. Porque lo
racional y verdaderamente humano y, por supuesto, cristiano, es el diálogo, la
comprensión, la acogida del otro, el consenso (un mismo sentir) y la
cordialidad (un mismo corazón). Cinco armas al alcance de todos -poderosos y
humildes- para acabar con las guerras. Pues como nos dijo Pío XII un 24 de
agosto de 1939: «Nada se pierde con la paz; todo puede perderse con la guerra».
Un 14 de diciembre se secó el río Carrión
6 de marzo de 2015
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