Ayer, sin ir
más lejos, nos reunimos en el Seminario Menor Diocesano para celebrar los 25 años
de la Escuela Diocesana de Tiempo Libre. Para los allí congregados fue un día para
encontrarse, para el recuerdo, para el abrazo, para dar gracias por lo vivido, para
celebrar la fe que nos une, para compartir...
Yo no he sido
testigo de esta historia, pero si fue momento para rememorar la mía personal. Los
recuerdos de cuando, de pequeño, me llevaron al grupo de Acción Católica de mi parroquia.
El paso, como niño, y posteriormente como acompañante de niños... por un Tiempo
Libre que sigo considerando como un espacio privilegiado. Un espacio privilegiado
para la Evangelización, para la transmisión de valores, para la formación humana
y espiritual de la persona. Porque el Tiempo Libre no es “tiempo perdido”.
Me reconozco
en los grupos de nuestra Diócesis que “educan en el Tiempo Libre”. En la Acción
Católica, en los Scout, en los grupos parroquiales o en los grupos de los colegios.
Me reconozco, doy gracias a Dios por lo vivido en grupos parecidos... y pido que
sigan siendo una realidad en nuestra Iglesia.
Este 25 aniversario...
coincide con el primer aniversario del Pontificado del Papa Francisco, desde aquella tarde en que se asomó, como sucesor
de Pedro, al balcón central de la Basílica vaticana. Entre las cosas que nos ha
dicho... hay una especialmente dirigida a los jóvenes: «Apostad por los grandes
ideales, por las cosas grandes. Los cristianos no hemos sido elegidos por el Señor
para pequeñeces. Hemos de ir siempre más allá, hacia las cosas grandes. Jóvenes,
poned en juego vuestra vida por grandes ideales». Pongamos nuestra vista en “lo
grande”. Y vayamos a por ello desde “lo pequeño”. Desde cada niño y niña que acompañamos
en nuestros grupos.
Y al Papa y a
la Escuela: FELICIDADES.
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