Mucho habló
Jesús del Reino de Dios a través de los sembradores, semillas, campos, granos
que brotan y crecen, siegas... unas veces en terrenos fértiles y otras
pedregosos y secos. Y desde entonces, millones de labradores, a lo largo de los
siglos, se han preocupado continuamente de mejorar la simiente, de extender sus
cultivos... y de ocuparse de que su trabajo de fruto y lo de en cantidad. Para
que sus sembrados dieran unas veces “treinta” y muchas veces “ciento”.
En 1991, en
su audiencia del miércoles 25 de septiembre, Juan Pablo II dedicaba su
predicación a hablar de “El crecimiento del Reino de Dios según las parábolas
evangélicas”, a la luz del Evangelio de Marcos [Mc 4, 26-29]. Explicaba que el
Reino de Dios crece aquí en la tierra, en la historia de la humanidad, en
virtud de una siembra inicial, obra de Dios, que la Iglesia sigue cultivando a
lo largo de los siglos. Y añadía que había que combinar el crecimiento
extensivo del Reino -como la pequeña semilla de mostaza [Mt 13, 31-32]- con el
intensivo -como la levadura que todo lo fermenta [Mt 13, 33]-. Así, el
crecimiento del Reino de Dios se presenta como fruto de la acción del
sembrador; pero la siembra produce fruto en relación con el terreno y con las
condiciones climáticas.
Ese terreno,
esas condiciones climáticas, residen en la disponibilidad interior de los
hombres... en nuestra voluntad libre de hacernos responsables de este
crecimiento. O en nuestra voluntad libre de desentendernos de la agricultura.
Nuestro
campo de hoy -como en todos los tiempos- es la Humanidad; nuestra semilla, el
Evangelio; nuestros compañeros de siembra, la Iglesia; y la cosecha que
buscamos... el Reino. Esta es la misión que nos sigue convocando. Estamos
llamados a plantar las semillas de la justicia, la hermandad, el perdón y el
amor... en el contexto concreto que vivimos. No, en el que era. Sí, en el que
es. Con sus luces y con sus sombras.
En los
terrenos fértiles... para que el Reino de Dios crezca en “intensidad”, y la
semilla y el sembrador ganen en calidad y en poder germinativo. Y en los
terrenos secos y pedregosos, para que el Reino de Dios crezca en “extensión”...
y que la semilla y los sembradores estén presentes en las tierras que claman
por ser cultivadas.
Ojalá... que
el Año de la Fe que acaba nos haya servido para la siembra. La extensiva y la
intensiva.
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