«Señor,
¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?;
¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo
te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?» ... «En verdad os digo que
cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo
lo hicisteis».
Entre
nosotros hay muchos y muchas que a diario, sin pedir nada a cambio... hacen
esto con nuestros hermanos más pequeños. Sin pedir nada a cambio. Dando gratis
lo que han recibido gratis. Poniendo a disposición de los demás... los carismas
mejores. Y... -como el abuelo de la viñeta que acompaña este texto- recibiendo
en pago... toneladas de sonrisas. Un sueldo que “no se paga con dinero”. Por
más que muchos no lo entiendan.
Se dice en
el dibujo: “Los voluntarios son las piezas del corazón de un mundo cada vez más
descorazonador”. Y esto es verdad. Y lo comprobamos a diario.
Sin la labor
de los voluntarios de Cáritas, de Manos Unidas, de los Bancos de Alimentos, de
los Comedores Sociales, de la Pastoral de la Salud, de la Pastoral
Penitenciaria, de la Pastoral Juvenil, de la Catequesis, de la Atención a los
Mayores, los que enseñan y cuidad los templos...
Sin la labor
de los que colaboran -de múltiples maneras- en las ONGs... de la Iglesia y no
de la Iglesia... en las distintas plataformas que ponen al necesitado en el
“ojo” de su actividad...
Sin la labor
desinteresada de todos ellos y ellas... nuestro mundo sería... aún más
inhóspito. Por evitarlo... GRACIAS. GRACIAS. GRACIAS.
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