Tim Radford se ha jubilado. Después de editar millones
de frases en las secciones de Ciencia, Cartas al Director y Cultura de The
Guardian y en las revistas de Elsevier, el veterano periodista ha publicado
este manifiesto que uno ha traducido lo mejor posible porque es una pena perdérselo
por no saber inglés. Si saben es mejor que lean el original. Es más divertido
y, bueno... ¡es el original!
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1. Cuando te sientes a escribir habrá una sola persona
importante en tu vida. Se trata de alguien a quien jamás verás llamado lector.
2. No escribes para impresionar al científico al que
acabas de entrevistar, ni al profesor que fue decisivo para tu graduación, ni
al editor estúpido que te rechazó o a esa persona tan atractiva que acabas de
conocer en la fiesta y sabía que eras periodista (o a su madre). Escribes para
impresionar a alguien que está colgado de la barra del metro entre las
estaciones de Parsons Green y Putney y que dejaría de leerte en un
milisegundo si pudiera hacer algo mejor.
3. Así pues, la primera frase de tu artículo será
la más importante en su vida y luego la segunda y la tercera. Porque, a
pesar de que tú -empleado, apóstol o apologista- te sientas obligado a
escribir, nunca nadie está obligado a leer.
4. El periodismo es importante. Pero uno nunca debe
engreírse con esa importancia. Nada mejor que la pomposidad para llevar al
lector a cambiar tu pieza por el crucigrama o los resultados hípicos. Por
tanto, las palabras simples, las ideas claras y las frases cortas son de
vital importancia. Y también un toque irreverente.
5. Una frase que merecería ser grabada en la funda de
tu computador: “Nadie se quejará jamás si escribes algo fácil de entender.”
6. Otra cosa que debes recordar cada vez que te
sientes ante el teclado: “Nadie tiene por qué leer esta mierda”.
7. En caso de duda, asume que el lector no sabe nada.
Sin embargo, nunca cometas el error de suponer que es estúpido. El error
clásico en periodismo es sobreestimar lo que el lector sabe y subestimar su
inteligencia.
8. La vida es complicada, pero el periodismo no
puede ser complicado. Precisamente porque asuntos como la medicina, la
política, la contabilidad o las ordenanzas de Mornington Crescent son
complicados, los lectores recurren a The Guardian, o a la BBC, o
a The Lancet. Porque tienen la esperanza de que se los expliquen de forma
sencilla.
9. O sea, si un asunto está tan enredado como un plato
de espaguetis, tu texto consiste en un solo espagueti cuidadosamente extraído
del plato. Lo ideal sería que además llevara adherida salsa de aceite, ajo y
tomate. El lector agradecerá que le hayas dado una parte simple y no todo el
enredo del plato. Porque (a) el lector sabe que la vida es complicada y
agradece que alguien le explique con claridad al menos un fragmento, y (b)
porque nadie lee informaciones que sugieren algo como “lo que sigue es
inexplicablemente complicado...”
10. Por lo tanto, una regla básica es esta: una
información solo debe contener una gran historia. Si te sientes aguerrido
para lidiar con cuatro grandes asuntos de una historia, haz que el
entrelazamiento de esos asuntos sea el argumento de tu información. Puedes
agregar algún elemento picante pero solo si no te aparta del único argumento
narrativo que hayas elegido.
11. Una observación. Ni se te ocurra empezar a
escribir hasta que no hayas decidido cuál será tu argumento y no puedas decirlo
en una sola frase. Pregúntate luego si tu madre escucharía esa frase
durante más de un microsegundo antes de dedicarse de nuevo a la plancha. Porque
cuando quieras venderle un artículo a tu editor recibirás ese mismo nivel de atención.
Así que ten mucho cuidado con esa frase. Además, esa frase será a menudo -no
siempre, pero muchas veces- la primera frase de tu artículo.
12. Siempre hay una primera frase -una
introducción, una entrada...- ideal para cualquier artículo. Pensar en
ella antes de empezar a escribir ayuda de verdad: descubrirás que las
siguientes frases se escriben casi solas y muy rápidamente. Esto no significa
que seas simplista, facilón, superficial o pícaro. Ni tampoco un superdotado.
Solo significa que has dado con la entrada idónea.
13. Un periodista no debe sentirse insultado si lo
llaman “simplista”, “facilón”, “superficial” o “pícaro”. Cuando paga por un
periódico, el comprador desea que la información le llegue con facilidad y
rapidez, sin notas ni referencias oscuras o aclaraciones a pie de página.
14. “Sensacional” o “trivial” no son insultos para un
periodista. Uno lee lo que lee -teatro isabelino, novelas rusas, cómics
franceses, novela negra americana...- porque algo en esas obras apela a su
sentido de la emoción, del humor, del romance o de la ironía. El buen
periodismo debe ofrecer sensación de humor, de emoción, de intensidad o acidez.
“Trivial” es el insulto favorito de los estudiosos. Pero incluso ellos se
interesaron por su objeto de estudio porque se sintieron atraídos por algo
brillante, llamativo y, en efecto, trivial.
15. Las palabras tienen significado. Debes
respetarlo. Ve a la raíz [be radical]: búscalos en el diccionario,
averigua de dónde vienen. Luego, utilízalos de forma adecuada. [No hagas alarde
de autoridad porque eso puede demostrar tu ignorancia. No te metas por un
camino complicado sin preguntarte antes cómo piensas recorrerlo (el original es
un juego de palabras y significados que pillo pero no sé traducir bien)].
16. La regla dice que debes huir de los clichés como
de la peste. Excepto cuando das con el cliché adecuado. Te sorprendería lo útil
que es un buen cliché usado con criterio. Porque en el periodismo no siempre
tienes que ser tan inteligente, pero siempre tienes que ser muy rápido.
17. Las metáforas son buenísimas. Eso sí, no
las elijas disparatadas y nunca, nunca las mezcles. En The Guardian, los
copy-editors [en los diarios británicos los llaman “sub[editor]s”] concedían el
premio “Piraña Amordazada”, una especie de Oscar de la incompetencia que toma
el nombre de un reportero de laboral, que advirtió al mundo que “los gatos
monteses del congreso del Sindicato se ocultan en la maleza, dispuestos a
saltar como pirañas si no son amordazados”. George Orwell informa de un
diputado que dijo: “el pulpo fascista calzado con botas [jackbooted] ha
entonado el canto del cisne”.
18. Ojo con hacerse el enrollado, el buena onda. Cuando
Moisés ordenó a sus comandantes que degollaran a todos los madianitas no lo
hizo para demostrar que él era muy duro. Cuando advirtió al Faraón que dejara
ir a su pueblo no le dijo: “colega, déjanos sitio, ¿no?” y el Faraón tampoco
respondió: “ni de coña, tío”. El habla de taberna o de café tiene su propio
ritmo, su propio lenguaje corporal, sus propias señales. El habla de la página
de diario no tiene acento, no hay tono de voz que señalice la ironía, la
comedia o la broma. Debe ser directo, claro y vívido. Y para eso es preciso que
respete la gramática oficial.
19. Cuidado con las palabras largas y absurdas, con
la jerga. Esto es doblemente importante si eres periodista científico, pues
de vez en cuando tendrás que manejar palabras que no utiliza ningún ser humano
normal: fenotipo, mitocondria, inflación cósmica, campana de Gauss,
isostasia... Así que no es necesario que, además, digas “radiante” y “dichoso”
en lugar de “brillante” y “feliz”.
20. Es mejor el inglés que el latín [la
lengua ordinaria que la culta]. No extermines, mata. No salives, que se te
caiga la baba. No incineres, quema. Moisés no le dijo al Faraón: “La
consecuencia de no liberar a cierto grupo étnico podría dar lugar en última
instancia a algún tipo de manifestación de las algas en la principal cuenca
hidrográfica, con resultados imprevisibles para la flora y la fauna, que
podrían afectar al consumo humano.” No. Le dijo: “las aguas del río se
convertirán en sangre, los peces que hay en él morirán y el río apestará.”
21. La gente siempre respondemos a lo que nos es
próximo. Los ciudadanos del sur de Londres deberían preocuparse más por la
reforma económica en Surinam que del próximo resultado del Millwall [un equipo
de fútbol del sureste de Londres], pero la mayoría no lo hace. Acéptalo. El 24
de noviembre de 1963, el Hull Daily Mail me mandó buscar un ángulo local
sobre el asesinato del presidente Kennedy. Hasta que no encontré este arranque:
“Los ciudadanos de Hull estaban ayer de luto...”, no me dejaron seguir
explicando todo lo que había pasado en Dallas.
22. Lee. Lee un montón de cosas diferentes. La
Biblia del Rey Jaime y Dickens y los poemas de Shelley y Marvel Comics y
novelas de Chester Himes y Dashiell Hammett. Fíjate en las maravillas que
puedes hacer con las palabras. Mira la forma en que esos autores evocan mundos
enteros en apenas media página.
23. Cuidado con los definitivos. El
último caballo en el abrevadero de Surrey quizá no sea el último en el de
Godalming. Casi siempre hay alguien que es más grande, más rápido, más viejo,
más precoz, más rico o más nauseabundo que el candidato a quien acabas de
calificar con ese superlativo. Ahórrate la molestia. Escribir “uno de los
primeros...” te sacará del apuro. Si no puedes, sigue la norma: escribe “según
el Libro Guinness de los Récords...”, “según la lista de los más ricos del
Sunday Times...” y así.
24. Hay cosas que el buen gusto y la ley no
permiten escribir. Mis favoritos son “Asesino absuelto” y (en un reportaje
sobre una obra de teatro sobre la Pascua de Resurrección) “Paul Myers, que
interpretó a Jesucristo, fue la estrella del espectáculo.” Examina qué textos
son de mal gusto y cuáles te pueden costar hasta medio millón de libras por
palabra.
25. Los periodistas tienen una responsabilidad que no
es sólo legal. Por tanto, busca la verdad. Si es difícil de alcanzar, y
a menudo lo es, por lo menos busca la imparcialidad y sé consciente de que la
historia siempre tiene otras caras. Cuidado con las apelaciones a la
objetividad. Son las más sospechosas entre todas. Puedes informar que la Royal
Society dice que la modificación genética es una buena cosa y que el uranio
empobrecido es casi inofensivo. Pero debes recordar que quienes inventaron la
modificación genética fueron incorporados inmediatamente a la Royal Society por
miembros de esa entidad que entraron porque sabían cómo enriquecer barras de
combustible de uranio y empobrecer el sobrante. Parafraseando a Mandy
Rice-Davies, diríamos: “¿qué otra cosa podían hacer, no?”.
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