Tengo a Natalia en la mesa de al
lado. Hablamos de las vacaciones. Ella las pasa en Portugal. En Aveiro. Un
lugar precioso... con unas playas preciosas. Y le pregunto:
- Oye Natalia... el pequeño
Lucas... cuando está en la playa... ¿juega con otros niños?
- Pues claro... cómo no. Y bien
que se lo pasa -me contesta.
Y yo, que sé... que en Portugal
hablan portugués... le vuelvo a preguntar:
- ¿Y cómo se entiende con los niños
portugueses?
Y me contesta Natalia:
- Pues si se pone a jugar con un
niño, en la playa o en el parque... Lucas habla en español y el otro niño en
portugués. Y se entienden perfectamente.
Acabáramos. Lucas, con sus cuatro
añazos... políglotamente hablando... juega con otros niños de cuatro añazos...
y se entienden. Y lo pasan bien juntos. Y cuando acaban, uno dice “adiós, hasta
mañana”... y el otro dice: “Adeus. Até amanhã”. O algo así.
Esto de Lucas y sus amigos, ya
mismo os digo, es de mucha enseñanza. Si dos personas quieren entenderse y
hacer cosas juntas... lo hacen. Aunque las barreras sean importantes... si se
quiere, se puede. Y cuando digo dos personas me vale dos instituciones, dos
colectivos, dos países... o el mundo en general.
Ergo... el problema se traslada
al “si se quiere”.
«Es hora de saber cómo diseñar,
en una cultura que privilegie el diálogo como forma de encuentro, la búsqueda
de consensos y acuerdos, pero sin separarla de la preocupación por una sociedad
justa, memoriosa y sin exclusiones» nos dice el Papa Francisco en la Evangelii
Gaudium [n. 239].
Me quedo con el ejemplo, a
pequeña escala... del pequeño Lucas y su pandilla portuguesa. Si ellos
pueden... los demás también... si queremos.
Por cierto... feliz mes de
agosto. En la medida que podáis... disfrutadlo al máximo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario