«El lunes pasado, en Homs, Siria,
fue asesinado el Revdo. P. Frans van der Lugt, un jesuita, holandés, hermano
mío, de 75 años, que llegó a Siria hace unos 50 años, que siempre ha hecho bien
a todos, con gratuidad y amor, y por lo tanto era amado y respetado por
cristianos y musulmanes.
Su brutal asesinato me llena de
profundo dolor y me hace pensar, una vez más, que todavía mucha gente sigue
sufriendo y muriendo en ese atormentado país -mi amada Siria- que desde hace ya
demasiado tiempo sigue siendo presa de un sangriento conflicto, que sigue
cosechando muerte y destrucción.
Pienso asimismo en las numerosas
personas secuestradas -cristianos y musulmanes- sirios y de otros países, entre
los que hay obispos y sacerdotes. Pidamos al Señor que pronto puedan volver a
estar con sus seres queridos y con sus familias y comunidades.
Invito de corazón a todos a
unirse a mí en la oración por la paz en Siria y en la región, y lanzo un
apremiante llamamiento a los sirios y a la comunidad internacional: ¡callen las
armas y se ponga fin a la violencia! ¡Nunca más guerra! ¡Nunca más destrucción!
Que se respete el derecho humanitario, se brinde ayuda a la población
necesitada de asistencia humanitaria y se logre alcanzar la anhelada paz a
través del diálogo y de la reconciliación. A Nuestra Madre María, Reina de la
Paz, pidámosle que dé este don de la paz para Siria. ¡Y recemos todos juntos:
Dios te salve María!»
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Hasta aquí las palabras del Papa
Francisco el pasado 9 de abril... pero... ¿qué había pasado?
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El Padre Frans van der Lugt, tras
pasar por el Líbano, llegó a Siria en 1966... con el ánimo de tender puentes de
paz y de comprensión recíproca. Y a ello se dedicó.
Medio siglo comprometido con los
necesitados... sin distinguir si eran cristianos o musulmanes. Y al frente de
un albergue para cuarenta menores con discapacidad intelectual provenientes de
familias sin recursos.
Vivía en Homs, una de las
ciudades más castigadas por la guerra. Este buen hombre se negó a ser evacuado
mientras las personas que allí quedasen siguieran pasando hambre o necesitasen
su ayuda. «Me quedaré aquí con mi gente. Yo soy el pastor de mis ovejas», había
dicho. Durante los últimos tiempos... con serias dificultades para conseguir
alimentos y alimentar a su rebaño.
Hasta que el 7 de abril... hombre
armados lo golpearon... y le pegaron dos tiros en la cabeza, frente a la
residencia de los jesuitas.
A veces trato de meterme en la
cabeza del asesino... para tratar de buscar una “justificación”... una “lógica”
en lo ilógico. Y en ocasiones como esta... solo encuentro LA NADA MÁS ABSOLUTA.
Descanse en Paz el Padre Frans.
Bienaventurado por ser odiado, excluido, insultado, y asesinado por causa del
Hijo del hombre.
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