Pues
mirad... voy por la tercera lectura de la Evangelii Gaudium. Una por
“obligación”, otra por “gusto”... y la tercera... “para ver qué os cuento”. Y
después de muchos folios... creo que -en mi humilde opinión- LO IMPORTANTE...
está en el último punto. El 288. Generalmente estas cosas de documentos
oficiales de los Papas y de los Obispos suelen acabar con un párrafo o apartado
dedicado a MARÍA... Tengo que reconocer que generalmente los leo “muy por
encima” (error funesto)... “con ganas de acabar” (las prisas nos pueden). Pero
esta vez ha sido distinto. Os copio el mentado número:
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Hay un
estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez
que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del
cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los
débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse
importantes. Mirándola descubrimos que la misma que alababa a Dios porque
«derribó de su trono a los poderosos» y «despidió vacíos a los ricos» (Lc 1,
52-53) es la que pone calidez de hogar en nuestra búsqueda de justicia. Es
también la que conserva cuidadosamente «todas las cosas meditándolas en su
corazón» (Lc 2, 19). María sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en
los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles.
Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida
cotidiana de cada uno y de todos. Es la mujer orante y trabajadora en Nazaret,
y también es nuestra Señora de la prontitud, la que sale de su pueblo para
auxiliar a los demás «sin demora» (Lc 1, 39). Esta dinámica de justicia y
ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un
modelo eclesial para la evangelización. Le rogamos que con su oración maternal
nos ayude para que la Iglesia llegue a ser una casa para muchos, una madre para
todos los pueblos, y haga posible el nacimiento de un mundo nuevo. Es el
Resucitado quien nos dice, con una potencia que nos llena de inmensa confianza
y de firmísima esperanza: «Yo hago nuevas todas las cosas» (Ap 21, 5). Con
María avanzamos confiados hacia esta promesa.
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Y se me han
venido a la cabeza TODAS LAS MADRES que inventan lo que haya que inventar para
inventarse una sopa. Que por mal que estén las cosas no niegan una sonrisa y un
cariño a sus hijos. Que se multiplican por varios cientos para llegar a todo.
Que tienen claro qué es lo importante y qué es lo accesorio. Que, aunque no
sepan que “la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los
fuertes”... son fuertes. Que auxilian sin demora. Que ponen calidez. Que viven
la “dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás”.
Fíjate tú...
que a ver si lo que va a hacer falta para enderezar nuestra Iglesia, para
enderezar nuestro Mundo... va a ser esto. Muchos hombres y mujeres de esta
manera. Tan simple como que -para empezar- nos preocupemos más por servir... y
menos por ser servidos. Proponer esto, en el año 2013... me parece
absolutamente revolucionario y “antisistema”.
Que María
nos ayude. Yo también lo que pido con el Papa: “Que la Iglesia llegue a ser una
casa para muchos, una madre para todos los pueblos, y haga posible el
nacimiento de un mundo nuevo”.
Estamos en
ADVIENTO. El tiempo del nacimiento de lo nuevo. Vivámoslo como María. Confiando
y esperando. Y haciendo.
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